KAIKAI

¿Recordáis la última vez que estuvisteis completamente solos, sin ruidos, distracciones ni pantallas? Para muchos, la soledad puede sentirse como un vacío abrumador. Sin embargo, según Marta Torres, reconocida pedagoga española, enseñar a estar solo es uno de los mayores regalos que podemos ofrecer a nuestros hijos y a nosotros mismos. Porque, aunque parezca contradictorio, aprender a convivir con la soledad puede ser la clave de una vida emocionalmente plena y de relaciones más sanas.

¿Por qué tememos tanto la soledad?

Nos han enseñado a buscar compañía, aprobación y constante actividad. Las redes sociales, los grupos de WhatsApp, el incesante ir y venir de compromisos... Todo nos impulsa a evitar la soledad. Sin embargo, olvidamos que la soledad elegida es un refugio, no una condena. Es ese espacio íntimo donde se cultiva la creatividad, la autoconciencia y la auténtica seguridad emocional.

El arte (y el reto) de enseñar a estar solo

Marta nos lo explica con sencillez: “Si no aprendemos a estar con nosotros mismos, acabamos dependiendo de otros para todo: para distraernos, para validarnos, para que nos llenen los silencios.” ¿Os reconocéis en esa sensación de inquietud al quedarte a solas? No es única, pero sí superable.

Para enseñar a vuestros hijos —y reaprender vosotros también—, no basta con dejarles tiempo libre. Requiere:

Modelar el ejemplo: Mostrar que disfrutar de momentos a solas es valioso y placentero.
Respetar los silencios: No llenar todas las tardes con planes. Permitir espacios de quietud en casa.
Potenciar intereses individuales: Ayudar a los niños a descubrir actividades que puedan disfrutar solos, como leer, pintar o explorar la naturaleza.

¿Cómo se cultiva una relación sana con la soledad?

No se trata de convertirse en ermitaños ni de despreciar la compañía, sino de encontrar el equilibrio. Imaginad esa tarde tranquila, con el aroma de un café recién hecho, mientras hojeáis un libro solo por placer. Esos momentos solitarios pueden convertirse en vuestros favoritos, en pequeños refugios donde recargáis energías y os reencontráis con vosotros mismos.

Algunas ideas sencillas para empezar:

Cread vuestros rituales de soledad: Puede ser un paseo al atardecer, meditar cinco minutos o cocinar vuestra receta favorita escuchando música suave.
Decorad un rincón especial: Una luz cálida, velas, una manta suave. Haced de ese lugar vuestro oasis personal.
Normalizad el tiempo a solas en familia: Si tenéis hijos, hablad abiertamente sobre la importancia y el disfrute de estar a solas, sin asociarlo a castigo o aburrimiento.

Los beneficios que pocos cuentan

Según múltiples estudios, las personas que saben estar solas:

Sufren menos ansiedad.
Gestionan mejor sus emociones.
Desarrollan mayor creatividad y resiliencia.
Sienten relaciones interpersonales más plenas, porque no dependen de ellas para llenar vacíos.

Enseñar a estar solo es también enseñar a no temer el silencio. A valorarlo como el lienzo donde descubrimos nuestra voz interior. Imaginad qué poderoso es criar hijos que no necesiten llenar cada minuto, sino que sepan saborear la calma y reconocer sus propias necesidades.

El mensaje de la pedagoga: un acto de amor profundo

Marta Torres insiste en que el proceso comienza por uno mismo: “Cuando los padres viven la soledad como algo bello, auténtico, los niños lo perciben y lo integran de forma natural.” Es un acto de amor enseñar que estar solos no es estar incompletos, sino tan solo estar… presentes.

Pregunta para vosotros: ¿Sois capaces de abrazar vuestra soledad?

Quizás hoy os apetezca probarlo. Regalad a vuestro corazón unos minutos de quietud, envolved vuestra rutina en un aroma nuevo, escoged un rincón y escuchad, simplemente, lo que necesitáis. Porque en la soledad, lejos de la prisa y el ruido, descubrimos la versión más auténtica de nosotros mismos.