
Han pasado diez años desde que el Barça femenino se convirtió, por fin, en un equipo profesional. Diez años desde aquella temporada 2015-16 en la que un grupo de pioneras cruzó la frontera que separa la vocación del oficio. Hoy, mirando hacia atrás, parece inevitable. Pero entonces fue un salto al vacío.
La profesionalización no se resumía en un nuevo horario de entrenamientos ni en mejores sueldos. Era un cambio cultural y la integración total en la estructura profesional del club. “Las futbolistas ahora tienen una dedicación absoluta… todavía están lejos de lo que perciben las ‘top’ de Europa, pero es un paso muy importante”, decía entonces Xavi Llorens, el entrenador de aquel vestuario que amanecía en una nueva era. Las jugadoras pasaron de entrenarse dos horas por la tarde (primero a las 20.30h y luego a las 19.30h) a vivir el fútbol como jornada completa: de 8:30 a 15:00, desayunando y comiendo en la Masía, compartiendo gimnasio, campo, vídeo, fisioterapia y nutricionista. Lo que antes eran favores ocasionales se convirtió en rutina profesional.
Un cambio estructural
El cambio también tuvo nombres propios. La llegada de Markel Zubizarreta fue determinante: su primera convicción fue que el equipo debía contar con especialistas en cada área. Hasta entonces, Llorens y Berta Carles, entonces asistente y preparadora física, cargaban con todo. A ellos se unieron Jordi Ventura, que dejó el filial para ser asistente, Judith Valencia, fisioterapeuta, y un joven Uri Casares, primer entrenador de porteras en la historia del Barça, que todavía sigue en el banquillo azulgrana. Xavi Ferrando, entrenador de porteros de infantiles masculino, cogía como favor un día a la semana, si podía, a Ràfols y Ashurst. También se incorporó Gonzalo Rodríguez, ese ‘team manager’ todoterreno que hacía de delegado, secretario técnico y confidente de jugadoras.

Alexia celebra un póker contra el Fundación Albacete en la 2015-16 / FCB
Nuevas caras
Aquel verano, el club se despidió de referentes como Vicky Losada, Virginia Torrecilla, Sonia Bermúdez o Marta Corredera, y abrió la puerta a un nuevo ciclo con siete fichajes, entre ellos Sandra Paños, Olga García, Bárbara Latorre y una adolescente mallorquina llamada Patri Guijarro. En aquella plantilla ya brillaban Alexia Putellas (llegó en 2012) y Marta Torrejón (2013), y Mariona Caldentey (2014) asomaba con descaro. Una joven del filial, Aitana Bonmatí, debutaría al final de esa misma temporada, el 18 de junio de 2016, en la Copa de la Reina.
La plantilla entonces estaba formada por: Laura Ràfols, Sandra Paños (porteras); Ane Bergara, Ruth García, Marta Unzué, Melanie Serrano, Esther Romero, Núria Garrote, Marta Torrejón, Leire Landa (defensas); Gemma Gili, Miriam Diéguez, Patri Guijarro, Cristina Baudet, Sandra Hernández, Pilar Garrote, Irene del Río (centrocampistas); Mariona Caldentey, Alexia Putellas, Jenni Hermoso, Andrea Falcón, Olga García, Bárbara Latorre, Andreia Norton (delanteras).

La plantilla del FC Barcelona femenino en la primera temporada de su profesionalización, la 2015-16 / SPORT
Diez años después, sobreviven tres jugadoras de aquel vestuario: Patri, Alexia y Torrejón. Aitana, que llegó a debutar, Aleixandri y Ona Batlle estaban en el filial. Y dos miembros del staff: Berta Carles y Uri Casares. Ellos cinco son la memoria viva de un tiempo que parece prehistoria. Porque hoy, el Barça femenino se entrena bajo la mirada de un staff de más de 20 profesionales: asistentes, analistas, preparadores, médicos, fisioterapeutas, psicólogo, delegado, responsable de material, prensa y nutricionista. Lo que en 2015 era una aspiración, hoy es una estructura que se asemeja a la de cualquier gran club europeo.
Futbolistas que han dejado huella
En este decenio pasaron jugadoras que dejaron huella, como Jenni Hermoso o Vicky Losada, que regresaron para levantar títulos; como Lieke Martens, Kheira Hamraoui, Fridolina Rolfö, Ingrid Engen, Keira Walsh o Lucy Bronze; crecieron futbolistas como Claudia Pina o Cata Coll y se consolidaron símbolos eternos como Mapi León, Caroline Graham Hansen, Irene Paredes o, más recientemente, Ewa Pajor.

Las jugadoras del Barça celebran uno de los tantos de Lieke Martens / Valentí Enrich
El palmarés de últimos diez años lo dice todo, son 26 títulos más: tres Champions, seis Ligas, siete Copas de la Reina, cinco Supercopas de España y cinco Copas Catalunya. Pero la estadística no explica la esencia. Lo que cambió en 2015-16 fue la mirada. El Barça dejó de tener un equipo femenino para tener un proyecto de club. Dejó de sostenerse en la buena voluntad para cimentarse en la exigencia. Dejó de pedir favores para empezar a escribir la historia. Diez años después, queda claro: aquel verano de profesionalización no fue un punto y aparte, sino la primera piedra del camino hacia la historia